Tuesday, August 31, 2010

La culpa la cargan las mujeres.

31 de agosto de 2010.

12:22pm

Por Mercedes Padilla Vélez

Pasando un día de tormenta en Utuado.

Decidí poner fin a mi aislamiento y le puse las baterías al radio para informarme de cómo andaban las cosas fuera, ya que probablemente tendría que regresar a la cotidianidad de laborar en la ciudad.

La única estación con buena recepción en el cuadrante AM estaba en el 1530. Comencé a escuchar un programa titulado “Hablando de valores” con el sicólogo Jorge Alberto Cruz. Este profesional discutía el lamentable y espeluznante caso de la niña de seis años de Dorado que murió por un aparente ataque sexual en su hogar.

Me chocó de inmediato los señalamientos que hizo sobre la madre, aún desconocida por lo reciente del suceso. Lo primero que hizo el señor Cruz fue reclamarle a la madre el porqué no estaba en su casa, cuidando de su hija. Luego hizo unos comentarios con los que parecía culpar a la sociedad actual y al sistema capitalista por fomentar el que las mujeres tengan que salir a trabajar; por lo menos esa fue mi interpretación.

En su análisis también le echó parte de la culpa a los vecinos en general, por no estar más alerta y quedarse callados sin denunciar los actos de violencia en sus comunidades.

Parte del aguacero también le cayó a los abuelos, aunque disculpó aquellos que por situaciones de salud ya no podían estar pendientes de sus nietos.

En ningún momento habló de la figura paterna; ni para bien, ni para mal. El padre puertorriqueño fue el perfecto ausente, en esta disertación. Sin culpa, sin responsabilidades, sin virtud.

Por el lenguaje que utilizaba el señor Cruz, me pareció un cristiano profeso y fundamentalista. Y aunque confieso que pudiera estar parcialmente de acuerdo con muchos de sus planteamientos, quiero aprovechar esta coyuntura para quejarme del hombre o la mujer que escribió en el libro del Génesis aquella parte en que se le echó la culpa a Eva por la curiosidad de Adán. Ese escrito ha pasado la mala costumbre de echarle la culpa a las mujeres por cualquier peo que se le atora al hombre, de generación en generación. Las consecuencias de esa fábula, tomada al pie de la letra como palabra de Dios, ha traído consecuencias devastadoras en el progreso de la humanidad, comenzando por imprimir un sello de culpabilidad innata en la mujer, que le crea complejo de inferioridad frente a su contraparte humana, y la mantiene en muchos casos subyugada y rezagada en su progreso individual a todos los niveles de conciencia, lo que a su vez ha interferido enormemente en el progreso a nivel colectivo de la sociedad.

¿Hasta cuándo vamos a seguir omitiendo la figura del padre puertorriqueño? ¿Hasta cuándo vamos a seguir justificando su ausencia?

Si la gente que se supone que es la más sabionda y educada (nada menos que un sicólogo), le echa el saco de culpas a la madre y a la mujer, qué se puede esperar del resto de la sociedad puertorriqueña.

Necesitamos que todos los hombres puertorriqueños asuman su responsabilidad en esta sociedad, para juntos trabajar y sacar a este pueblo del deterioro moral en que se encuentra. No hablo de aplicar fundamentalismos anacrónicos o dogmas, sino de buscar la genuina inspiración espiritual, para que afloren en nuestra sociedad los valores universales.

Todo hombre puertorriqueño debe asumir su rol, y evitar convertirse en piedra de tropiezo para que la mujer también asuma su rol. El rol de la mujer, no es aquel que le asigne un hombre, la mujer debe desarrollar todas sus potencialidades para descubrir cuál es su rol individual y colectivo en esta sociedad. De esta manera Puerto Rico dará un salto alto y firme en su desarrollo nacional.

La humanidad necesita que los hombres y las mujeres trabajen coordinadamente y en armonía para alcanzar el bienestar y el progreso que todos anhelamos.